Podríamos
comenzar el abordaje de esta temática citando el concepto que la Organización Mundial
de la Salud
(OMS) acuñó al respecto, diciendo que VIOLENCIA es: “el uso deliberado de la
fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno
mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas
probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del
desarrollo o privaciones”.
Pero NO!
Hemos decidido comenzar con un poema inédito:
Mi
felicidad soy Yo, no tu.
No solo
porque tú puedas ser temporario,
sino
también porque tu pretendes que sea lo que no soy.
no puedo
ser feliz cuando cambio
meramente
para satisfacer tu egoísmo.
Tampoco
puedo sentirme satisfecha cuando me criticas
por no
pensar o por no ver como lo haces tú.
Me
llamas rebelde.
Y sin
embargo cada vez que he rechazado tus creencias
te has
rebelado en contra de mí.
Yo no
trato de moldear tu mente.
Sé que
estas tratando fervientemente de ser tu mismo.
No puedo
permitirte que me indiques lo que debo ser
porque
estoy dedicada a ser yo misma.
Decías
que yo era transparente y fácilmente olvidable.
Pero entonces,
¿por qué trataste de usar mi vida
para
demostrar quién eras tú?
La
autora, Michelle, no pudo salir sanamente del circulo de violencia en el que
estaba inmersa, y en Julio de 1967,
a la temprana edad de 20 años, se suicidó.
Nelson Mandela, afirmó que el siglo XX será recordado como un siglo
marcado por la violencia. Le son
características, la destrucción masiva, la violencia infligida a una
escala nunca antes vista y nunca antes posible en la historia de la Humanidad. Pero
este legado, fruto de las nuevas tecnologías al servicio de ideologías de odio,
no es el único que soportamos ni que hemos de arrostrar.
Menos
visible, pero aun mas difundido, es el legado del sufrimiento individual
y cotidiano: el dolor de los niños maltratados por las personas que deberían
protegerlos, de las mujeres heridas o humilladas por parejas violentas, de los
ancianos maltratados por sus cuidadores, de los jóvenes intimidados por otros
jóvenes y de las personas de todas las edades que actúan violentamente contra
sí mismas.
Esta
realidad se reproduce así misma, a medida que las nuevas generaciones aprenden
de la violencia de las anteriores, vemos así, como las victimas aprenden de sus
agresores y se permite, también, que
perduren las condiciones sociales que favorecen la violencia. Aquellos que
conviven con la violencia a diario la asumen como algo inherente a la condición
humana.
Es
cierto, que en la actualidad, la violencia es la pandemia que nos afecta a
todos en mayor o menor medida. Algunos, podrán como mecanismo de defensa
resguardarse en sus casas y evitar los lugares peligrosos. Pero otros, no tendrán
escapatoria, ya que la amenaza de la violencia está dentro de sus hogares y
lejos de la mirada de los demás.
El
cambio de paradigma, el cuestionar la idea de que los actos violentos son meras
cuestiones de intimidad familiar o de elección individual, o bien aspectos
inevitables de la vida; ya es un avance positivo sobre el tema. Es hacer
público lo que, hasta no hace tanto, se consideraba “privado”.
Sabemos,
y es cierto, que la violencia es un problema complejo; relacionado con esquemas
de pensamiento y comportamiento conformados por distintas cuestiones que se dan
en el seno de las familias y comunidades. Cuestiones que tienen que ver con lo
cultural; con la noción de que comportamientos
son aceptables e inaceptables, esto denota una valoración ética del
obrar humano. La noción de que
constituye un daño está influida por la
cultura de una sociedad determinada y en un tiempo determinado. Vemos,
entonces, como estos conceptos son necesariamente susceptibles de revisión, a
medida que los valores y las normas sociales evolucionan.
La
sociedad está organizada por medio de estructuras de poder. La familia, como
célula fundamental de la sociedad, es una estructura de poder. Donde vemos el
ejercicio legitimo de ese poder, pero en este contexto se puede dar lugar al
abuso del poder. Y este abuso es la violencia.
Hablábamos
del ejercicio legítimo del poder. Ahora bien, ¿quién lo legitima? Y ¿de qué
hablamos, cuándo hablamos de PODER? Podríamos decir que el poder, desde un
punto de vista restringido, es la capacidad
de ejercer influencia, control o dominio sobre el otro. Y la legitimidad de ese
ejercicio surge como consecuencia del consenso social. El poder es legítimo
porque es culturalmente aceptado.
Las
diferencias naturales de género han dado lugar a la construcción social del
patriarcado, con sus distintos matices a lo largo de la historia de la
humanidad. La característica fundamental es la concepción de la superioridad
del hombre con respecto a la mujer. Esto no solo crea estructuras jerárquicas
sino también roles prescriptos de inferioridad e incompetencia, obligación de
obediencia y sumisión, lo cual propicia la aparición del abuso de poder. Todo
esto es mucho más profundo que simplemente la determinación de quien domina la
familia; sino que esto define cuál es posición de la mujer en la sociedad. Eva
Giberti explica que “los sistemas patriarcales introducen el dominio sobre las
mujeres, los niños y niñas, y conducen a que éstos no solo lo acaten sino que
finalmente lo consientan en defenderlo o en formar parte de él como algo
inevitable y natural”. Si bien actualmente, esta situación se ha ido
modificando considerablemente, con respecto al pasado, debido a que la mujer
actual tiene un rol, dentro de la familia y de la sociedad, mucho más
protagónico y ha alcanzado lugares antes impensables; todavía, la mirada
deconstructora y descalificante de lo femenino no se ha erradicado por completo
del inconsciente social. Son ejemplos de esto los dichos que como algo ingenuo
o inocuo se repiten a diario y lo que es peor por nosotras mismas… “Peligro
andante, mujer al volante”. “Quien se fía de una mujer, se fía de ladrones” (ya
lo decía Hesiodo en su obra “Trabajos y Días, 373-375”, donde mostraba a la
mujer como ese mal necesario para el hombre, que venía a seducirlo para usurpar
lo que no era suyo. Donde muestra también al hombre como dueño y señor de todos
sus bienes siendo la mujer un objeto más de su propiedad, a quien debe enseñar,
conducir y modelar como sujeto, debido a su precaria racionalidad y la debilidad
característica de su género. Por ello se debía desposar a una mujer joven, así
ese dominio pedagógico, esa pastoral conyugal,
podía ser llevada a cabo satisfactoriamente por el hombre. La mujer, al
igual que los niños, era considerada un incapaz; pero a diferencia del niño,
varón, que sale de ese estado de incapacidad al llegar a la mayoría de edad, la
mujer hasta no hace tanto era incapaz siempre. Criterio que prevaleció por
años. La sociedad patriarcal la cuidaba!!!). “Cuando llegues a tu casa zúrrale
a tu mujer. Tu no sabrás por que, ella si” (proverbio árabe). “Quien te quiere, te aporrea” (de esta
concepción he sido testigo directo, durante el tiempo en que colaboraba en
CARITAS de la Parroquia
de San Antonio de Padua dando clase de apoyo a los chicos y chicas que allí
concurrían, hablando un día con una mama de origen paraguayo, me dijo muy
convencida, “Che, Señorita…. Si tu marido no te pega no te quiere”… lo cual
ameritó no solo una charla al respecto sino la reflexión final de lo arraigado
y naturalizado que está la violencia hacia la mujer).
Siguiendo
esta línea de pensamiento vemos, como a
diario, muchos varones, al sentirse amenazados por la presencia de una mujer en
aquellos ámbitos que históricamente eran masculinos, en forma descalificante y
sancionadora las “mandan a lavar los
platos” a modo de recordarles así, que su lugar en el mundo es el ámbito doméstico.
Es cierto, durante siglos, la casa (oikos) fue el lugar reservado a la mujer.
La cual era destinada a la realización de los quehaceres, labores domésticos y
la crianza de los hijos. Actividades consideradas improductivas. La mujer no
produce solo genera gastos. Es lógico que en este contexto encontremos el poder
familiar en cabeza del Padre. Quien no solo detenta el poder económico sino
también el poder moral y social. Es la autoridad principal de la familia. Es
quien imparte las normas. Es decir, que tiene
el ejercicio efectivo del poder sobre ese grupo humano conviviente.
Es
evidente como toda estructura
familiar se organiza entorno a dos
variables principales: el género y el poder. A partir de aquí, se conforma una
organización jerárquica de tipo vertical donde las variables a tener en cuenta
son lo generacional y el género nuevamente.
Cada uno de los componentes familiares tienen una serie de atribuciones
y responsabilidades según el status que ocupen dentro de esta institución a la
que pertenecen.
Pero
estas “diferencias jerárquicas” suelen
originar y al mismo tiempo justificar
conductas autoritarias y, en muchos casos, abusos de poder dando lugar así a la
aparición de violencia en la familia.
La violencia intrafamiliar abarca tanto el
maltrato de niños, la violencia contra la pareja y el maltrato de los ancianos.
Vemos entonces, que los sujetos mas vulnerables son los niños, los ancianos y
las mujeres.
La OMS, ha
dicho que se calcula que mueren, por año, más de 520.000 personas en el mundo a
consecuencia de la violencia interpersonal. Pero las estadísticas no cuentan
toda la historia. Muchas muertes se disfrazan de accidentes o se atribuyen a
causas naturales o desconocidas. En la
india, los funcionarios públicos sospechan que numerosos fallecimientos de
mujeres registrados como “quemaduras accidentales” fueron en realidad
asesinatos, en los que maridos u otros familiares las rociaron deliberadamente
con algún tipo de sustancia inflamable y les prendieron fuego. Esta modalidad
también se ha dado en nuestro país y no en todos los casos registrados se pudo comprobar el homicidio.
Por cada
persona que muere a causa de actos violentos hay muchas más que sufren lesiones
físicas o psíquicas.
En el
caso de la violencia contra la pareja,
además de las agresiones físicas, como patadas o golpes, este tipo de violencia
comprende las relaciones sexuales forzadas y otras formas de coacción sexual,
los malos tratos psíquicos, como la intimidación y la humillación, y los
comportamiento controladores, como aislar a la persona de su familia y amigos o
restringir su acceso a la información y la asistencia.
En todo
el mundo, de a cuerdo a los estudios realizados, los hechos desencadenantes de
la violencia son muy similares, entre
ellos se cuentan la desobediencia o las discusiones con la pareja masculina por
dinero o por celos, no tener la comida preparada a tiempo, no cuidar
satisfactoriamente a los hijos o a la casa, negarse a tener relaciones
sexuales, o la sospecha del varón de que la mujer le es infiel.
En el
caso de los niños, la violencia
comprende el maltrato físico, agresión sexual y psíquica, y el abandono por
parte de sus padres o cuidadores.
Al igual
que el maltrato de menores, el maltrato
de ancianos comprende agresiones físicas, sexuales y psíquicas, así como el
abandono. Los ancianos son especialmente vulnerables a los abusos económicos
por parte de sus parientes o cuidadores.
Los
ancianos, hombres o mujeres, corren riesgo, por igual, de sufrir maltrato por
parte de sus cónyuges, hijos adultos y otros parientes. Pero, en aquellas culturas
en que las mujeres ocupan una situación social inferior, las ancianas corren un
riesgo muy alto cuando quedan viudas de ser abandonadas y de que se les
arrebaten sus propiedades. Algunas creencias tradicionales ponen a las mujeres
de edad avanzada en peligro de sufrir violencia física. En la República Unida de
Tanzania, se mata cada año a unas 500
ancianas acusadas de brujería.
Vemos
como la cultura desempeña un papel fundamental, al establecer que comportamientos son considerados
aceptables y cuales abusivos, definiendo así, que es violencia. Por ejemplo, los procedimientos para mantener
la disciplina infantil varían enormemente de unos países a otros.
En
algunos países, las niñas y las mujeres violadas no están protegidas por la
ley, sino que pueden morir a manos de sus parientes para preservar el honor y
buen nombre de la familia, o bien verse obligadas a casarse con sus violadores
para legitimar la relación sexual.
En todos
estos casos vemos que la violencia se da como consecuencia del abuso de poder
por quienes, culturalmente, están legitimados para ejercer ese poder.
Y esta violencia toma forma de castigo ya que entre los sujetos
intervinientes hay una relación desigual. Este tipo de violencia es unidireccional,
tiene un carácter íntimo, secreto; como no tiene pausa, permanece escondida, es
decir, que ninguno de los actores habla de ella en el exterior. Se manifiesta
por medio de castigos, malos tratos, torturas, negligencia o falta de cuidados.
El que
actúa la violencia (“el que abusa del poder”) se define, así mismo, como
existencialmente superior con respecto al otro, y éste lo acepta. La diferencia
de poder entre uno y otro puede ser tan grande que el que se encuentra en
posición baja no tiene alternativa y debe someterse contra su voluntad.
El que
controla la relación le impone el castigo al otro mediante golpes, privaciones
o humillaciones. Por ejemplo: el hombre le pega a su mujer, la esclaviza, le
quita su libertad, le impide todo contacto con el exterior y le niega su
identidad, según él, el castigo se justifica por la “falta” en la que ella
incurrió. Él manda y ella debe respetar su ley.
Esta
clase de violencia ocasiona, en la víctima, un importante trastorno de identidad, y su sentimiento de deuda respecto
de quien lo castiga lo lleva a justificar los golpes y sufrirlo sin decir nada.
El
violento, desde el punto de vista
psicológico, carece de toda empatía respecto al otro. Desea modelar a su
pareja hasta quebrarla, para que se vuelva “como debe ser”, es decir, conforme
a su propia imagen del mundo. Presenta distintas ideas fijas, repeticiones y
comportamientos destinados a rectificar todo lo que es diferente de sí
mismo.
La
pareja ha construido un marco relacional enfermo que los entrampa (consenso implícito rígido) en cuyo interior
determinados mensajes verbales o no verbales desencadenan el acto violento.
En todos
los casos, la violencia se manifiesta ritualizada, una cierta escena se repite
de manera casi idéntica, por lo general, se observa una anticipación e incluso
una preparación de la secuencia violenta.
Los
miembros de la pareja celebran implícitamente un acuerdo, que no es otra cosa,
mas que una trampa relacional, donde la violencia aparece como una necesidad de
mantener el equilibrio entre ellos. No saben interactuar de otra manera.
Este
acuerdo tiene tres aspectos:
1) Aspecto
Espacial:
Es el territorio donde se admite la violencia. Es decir, el lugar donde
se desarrolla la interacción violenta.
2) Aspecto
Temporal:
El momento en que se desencadenan la interacción y la cronología de los
hechos está predeterminado, son momentos ritualizados que irrumpen en
violencia, ejemplo: en el momento de la comida, de hacer los deberes, etc.
En estos casos los comportamientos parecen limitarse a esta situación.
3) Aspecto
Temático:
Hay acontecimientos, circunstancias o contenidos de comunicación que
desencadenan el proceso (infidelidad, trabajo, pasado, hijos, pariente, etc),
en el curso de la escalada determinadas palabras desencadenan la violencia.
La violencia, es cíclica y de intensidad creciente. El ciclo de la
violencia reconoce tres fases:
a) Fase de
acumulación: aquí se da lo que se conoce como microviolencia, es decir, los
pequeños roses entre las partes. El agresor está como distraído, tenso,
inquieto, y puede experimentar la llamada excitación aversiva sin que medie una
causa externa.
b) Fase de
Episodio Agudo: aquí estalla la tensión acumulada con motivos desconectados al
nivel de respuesta; el agresor no registra lo que sucede con su víctima. Eleva
el nivel de control al máximo y no toma conciencia del daño que provoca.
c) Fase de
Arrepentimiento: luego de la descarga de tensión, las conductas asumidas por el
agresor pueden variar, desde negar lo ocurrido hasta pedir perdón con promesas
de cambio. En este caso, surge lo que se conoce como “luna de miel”, durante
este tiempo el hombre tiene conductas de seducción que hacen que la mujer crea
que ese es el verdadero hombre del cual está enamorada. Y debido a su gran
dependencia emocional se aferra a esta idea. Este período de falsa armonía durará
hasta que él se sienta nuevamente ansioso y vulnerable; entonces reanudará el
ciclo, reconstruyendo su frágil identidad a expensas de su mujer.
En conclusión, para salir de este circulo vicioso es necesaria la
intervención interdisciplinaria a fin de ayudar a las víctimas en el lento
proceso de recuperación. La OMS advierte que el principal
obstáculo para combatir la violencia es la autocomplacencia, es decir, la falta
de crítica de la sociedad en determinados temas como éste o la discriminación
por razones de sexo, a fin de dejar de pensarlos como algo inmutable en la
sociedad humana y procurar favorecer el cambio y la evolución. La autocomplacencia ante la violencia, a menudo, se ve reforzada por el propio
interés, como en el caso del derecho de los hombres, consentido por la
sociedad, a “aplicar correctivos” a sus mujeres. Se debe terminar con estas
prácticas ya que la violencia NO es inevitable.
BIBLIOGRAFIA:
* Duby, Georges y Perrot, Michelle. Historia de las Mujeres. Madrid, Taurus, 1992.-
* Giberti, Eva. La familia a pesar de todo. Noveduc,
2005.-
* Hesiodo. Trabajos y Días, 373 – 375.-
* Informe Mundial Sobre la
Violencia y la Salud. Publicado por la Organización Panamericana
de la Salud,
Washington, D.C., 2002.-
∂ Dr. Matias D. Alvarez Chaffer ∂
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